lunes, 11 de marzo de 2013

Aniversario 11-M

Hoy he descubierto que en su momento perdí todas las entradas que tenía en mi Espacio de Windows Live al no hacer la migración opcional a Wordpress, hace al parecer ya cuatro años. Supongo que no la hubiera hecho, porque todo aquello lo escribí como menor de edad y me daría bastante vergüenza portarlo.
No sé lo que escribí entonces sobre el 11M, o si ni siquiera escribí algo. Creo que podría buscarlo, porque llevaba un registro, pero ahora da igual.
Creo que quiero contar cómo fue mi día aquel día. El año que viene hará ya 10 años de aquello y al parecer aún hoy hay quien quiere pensar que no fue Al-Qaeda la que hizo los atentados. Hay opiniones para todo, pero me da vergüenza y asco pensar que una cosa así, que si no fuera por los retrasos españoles y la devolución de billetes habría dado para quizá 2.000 muertes, se pueda tergiversar por salvar el culo. Claro, que de aquellos barros ahora tenemos estos lodos, cuando nos sorprendemos de que nadie se vaya.

Esa mañana había huelga en la universidad, pero cómo no, las prácticas obligatorias eran insalvables, así que me levanté para irme a clase. Sé que pasé a despedirme del Marommo y a darle un besico porque él no iba a clase hasta más tarde, o no iba, no sé, era una privada. Me dijo que su madre había llamado, que había habido un atentado y que había 5 muertos o algo así. Otra vez ETA, maldita sea, ¿no va a parar nunca?
Bajé a desayunar. En la cola del comedor del colegio mayor ya se hablaba de 20 muertos. La gente estaba un poco nerviosa porque había sido en el cercanías y no se sabía si podía haber más bombas en el metro.
Cuando salí, las de la entrada me dijeron que cómo me iba a ir. Que si podía ir andando o en bus, que cómo me iba a meter al metro. Les dije que si no iba a las prácticas no podría ni hacer el examen de Termodinámica, así que tenía que ir aunque hubiera huelga, que algún profesor habría.
Bajé al metro con Pedro, el ciego del colegio. Cuando lo dejé en Cuatro Caminos para coger su cambio con Iglesia se me encogió el corazón. Que hubiera una bomba donde yo estaba y la gente saliera despavorida pase, pero que le pillara a él... Le dije que tuviera cuidado, que si pasaba algo se agarrara a alguien o pidiera ayuda rápdio, pero aún así...
Luego en las prácticas había un profesor pero la profesora no llegaba. "Habrá un atasco", decía el otro. Yo pensaba, "será por los atentados, pero él sabrá". Un chico de Guadalajara empezó a recibir llamadas de la familia. Al final el profesor decidió hacer la práctica con los que estábamos pero le dejó que se quedara a parte para que lo arreglara con el móvil.
En el cambio antes de la siguiente clase fuimos corriendo a la sala de ordenadores. Quique me enseñó las noticas. Era una locura, un montón más de muertos, y nosotros allí encerrados, con nuestras 3 clases mañana y tarde. Era como una pesadilla, ahí fuera estaba pasando eso y nadie nos lo había ido contando.
La siguiente clase era de Libre Elección y el profesor, Manuel Álvarez, nos mandó a casa. Nos dijo que mirásemos que nuestra familia estuviera todo bien y que no podía dar clase en esas circunstancias. Luego sabríamos que una chica de la Escuela había fallecido en los atentados. Como estaba tranquila con que mi madre había vivido mucho tiempo en Madrid, y sabía que yo no cogía el cercanías, sólo pensé que a la vuelta debería llamar a mis tíos de Alcorcón a ver si todo iba bien.
Nos quedamos a comer y por la tarde a las tres teníamos clase de Economía. Ya era un poco insoportable la presión, saber cada vez más y que fuéramos a dar clase igual. Le preguntamos al profesor, pero dijo que no, que los terroristas no podían ganar y que él no quería hacer huelga. Aún así nos fuimos a casa, hubo gente que sí se quedó.
Cuando llegué al colegio Andrea casi me mata. Me había dejado el móvil (en esa época sólo me lo llevaba si lo iba a usar) y no había parado de sonar. Al parecer a ella no la habían llamado tanto porque sabían lo de la huelga y que iba andando. 
Me había llegado un SMS de mi amiga alemana. "Lo he visto en las noticias, qué gente hace eso?". Pensé, pobre, pues los mismos de siempre. Una vez le tuve que explicar a su madre que en Graná también había habido atentados, incluso cercanos a mí. Claro, al parecer fuera ya sabían más que nosotros.
Intentamos hablar con Javi, que tenía que ir a Atocha. Estaba sobando y llevaba todo el día encabronado porque no paraban de intentar despertarlo.
Al rato nos fuimos, ya había convocada una manifestación hacia Sol para protestar por el atentado. Fuimos andando desde Ciudad Universitaria hasta allí. Había mucho pijo, de los que no estaban en las manifestaciones con el No a la guerra. Recuerdo que pensé que qué absurdo, si era ETA vale, pero si no, si realmente era demasiado gordo como para que fueran ellos, qué sentido tenía. Qué pensarían de que nos manifestáramos contra un atentado, qué sentido tenía salir a la calle.
Ya no recuerdo mucho más. Luego cancelaron la campaña, pero los políticos no pararon de salir en la tele. El domingo voté en Madrid porque ya me había empadronado por la Beca de Excelencia con el chantaje de Gallardón. Fui con dos amigos. Uno no sabía cómo se votaba en blanco, el otro y yo hicimos un baile en torno a las papeletas para no vernos.
Fue un día muy largo. Recuerdo que por la noche la gente que era del PP o estaba muy cabreada o incluso lloraba. Al día siguiente un amigo del Méndel me contó que había sido un poco horrible ser oficialmente del PSOE en un sitio en el que todo el mundo era de derechas.
A partir de ahí seguimos leyendo la prensa como antes, comparando titulares y comentando. Poco a poco pasó el tiempo, las declaraciones de Pilar Manjón, el juicio. Historias como la de Victor Muntean. En el Erasmus en Colonia de vez en cuando paraban un tren sospechoso. A los años, incluso la versión del Malabarista se añadió a lo conocido.
Y como todo, la herida fue cicatrizando.

Hasta que llega un día como hoy, y lo cuentas, y duele.
Otro día debería contar dónde estaba el 11S. Cómo tenía que hacer la maleta para venirme a Alemania y cómo luego aquí la gente lloraba y ponía velas mientras en España hacíamos bromas de lasañas. Por una vez nos tocó algo gordo a nosotros, por desgracia.

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